Número 1 pregunta molesta que recibí mientras trabajaba en restaurantes: “¿Qué está bien?” Esto se aplica tanto al vino como a la comida. Tengo mis gustos, tú tienes los tuyos. Sin tomar residencia en tu cerebro, nunca sabré con precisión cómo difieren los dos. Puedo esforzarme por encontrar un vino que se adapte a sus gustos haciendo preguntas puntuales y descifrando sus respuestas, pero esa pregunta, “lo que es bueno” nos llevará a ninguno de los dos.
La mayoría de las otras preguntas surgen de la falta de capacitación y conocimiento, por lo que no puedo culpar al consumidor promedio. He pasado casi una década estudiando vino, y mi base de conocimiento, aunque no tan alta como muchos expertos, es mucho más amplia que la de la mayoría de los bebedores de vino. La ignorancia puede ser molesta, pero por lo general no es tan molesta como las personas que creen estar informadas, pero no lo son.
Más que cualquier otra cosa, las actitudes que rodean el consumo de vino son las más irritantes. La idea de que el vino es a) predecible, b) estable, c) fácil de entender, puede ser frustrante para un profesional que estudia el vino y sabe que no es ninguna de esas cosas. Del mismo modo, considero que la prevalencia de ciertos conceptos erróneos es especialmente frustrante: la creencia de que a) todos los vinos elaborados con la misma uva tienen el mismo sabor, b) los únicos vinos buenos provienen de un solo lugar, o c) los únicos vinos buenos son los que Has oído hablar o has recibido buenas críticas.
El vino es tan complicado como cualquier otra actividad intelectual y profesional. Es más molesto cuando las personas no respetan eso.