Realmente no hay razón para prohibir el jarabe de maíz. No hay evidencia creíble de que el jarabe de maíz sea peor para usted que una cantidad equivalente de azúcar de mesa. La ubicuidad del jarabe de maíz es impulsada más por la economía que por cualquier otra cosa: los altos aranceles de importación que Estados Unidos usa para proteger a los productores nacionales de azúcar hacen que el azúcar sea mucho más costoso que el jarabe de maíz proveniente del maíz altamente subsidiado. (Y, por supuesto, la ubicuidad de los edulcorantes en general está impulsada por los insaciables golosos estadounidenses).
A menos que también prohibamos el azúcar, prohibir el jarabe de maíz simplemente resultaría en que gran parte del jarabe de maíz será reemplazado por azúcar, y los productos dulces se volverán más caros pero no más saludables. Eso no es un resultado digno de enfurecer al lobby de los granjeros de maíz.
