Bueno, nunca he visto nada repugnante en mi comida. Pero si has estado siguiendo alguna de mis tonterías, sabes que fui criado en una gran familia y que me puse a buscar cualquier alimento que cayera al suelo.
Tuvimos la bendición de conseguir cualquier postre en nuestros almuerzos escolares, en aquellos días. Puedo recordar que fue ayer cuando, en tercer grado, abrí mi lonchera y descubrí que el plátano, como se los llamaba, había sido invadido literalmente por miles de pequeñas hormigas azucaradas, o como se llame. Entonces, ¿qué hice con este delicioso postre? Lo has adivinado, lo engullí. Parece que ha pasado un millón de años, pero todavía lo comería hoy, las hormigas de azúcar y todo. La parte buena de esta historia es que no soy alérgico a las hormigas.