¿Puede haber un país que ame la comida, su comida, más que los franceses? No comen, como los estadounidenses, para llenar su tanque; comen por puro placer de ello. Nunca olvidaré la imagen de personas que se cubren la cabeza con un pedazo de tela para poder atrapar el sabor, el olor y el sabor completo del pequeño pájaro que estaban consumiendo. Ya sea médula ósea o hocicos de cerdo, los franceses parecen ser una delicia y una experiencia extática por comerlo.
Mientras tanto, estoy comprando una bolsa llena de hamburguesas de uno o dos dólares freídas por un equipo de 18 años y comiéndolas en mi auto. Qué triste.