En términos generales, si un país está distribuyendo agua, ya ha invertido en una infraestructura crítica muy costosa. De todos modos, se debe realizar un nivel básico de tratamiento del agua para evitar que las bombas y las válvulas se obstruyan o frenen, por lo que el costo adicional para garantizar la potabilidad es realmente marginal. Las operaciones de purificación son mucho más fáciles y económicas de realizar, supervisar y mantener adecuadamente a un nivel centralizado. Esto es así, siempre que exista la voluntad política de proporcionar el servicio. Hay muchos casos en que todo el hardware necesario está allí, pero no se opera y mantiene correctamente.
Sin embargo, el agua potable en la planta no garantiza la potabilidad en el grifo. Si la red de distribución no se trata adecuadamente, existen muchas fuentes potenciales de contaminación que pueden poner en peligro al consumidor. Por esta razón, en la mayoría de los países desarrollados, la calidad del agua se prueba diariamente en varios nodos críticos en toda la red (este tipo de servicio podría no estar disponible en los países en desarrollo).
La respuesta también depende del tipo de redes de distribución. Muchos países (predominantemente en climas cálidos) usan distribución de baja presión. Este sistema ejerce menos presión sobre la red y reduce los costos de mantenimiento y operación, sin embargo, el agua debe ser presurizada en todos los edificios. En general, estos edificios utilizarán tanques de agua para el almacenamiento preliminar y la distribución dentro del edificio. En general, la contaminación ocurrirá en estos tanques, lo que obliga al municipio, como medida de precaución, a declarar que el agua no es potable, incluso si lo es.