El “talón”, como se conoce la pieza final de un pan, es tan nutritivo como cualquier otro trozo.
Sin embargo, después de una campaña agotadora de estudio científico intensivo (es decir, analizar algunos panes cada vez que lo recordaba), he llegado a la conclusión de que es mejor hacer uno de los siguientes:
- Consumir el primer talón de inmediato
- Deséchelo (o trátelo en migas o crotones)
Tocar el talón -en el proceso de quitar otras rodajas- y luego devolverlo a la bolsa solo sirve para transferir más bacterias de las manos al pan. El pan, como el queso, es un alimento vivo y sufre más fácilmente la contaminación que, por ejemplo, las galletas saladas o los cacahuetes tostados.
A menos que se lave las manos cada vez antes de manipular el pan, es probable que haya una ganancia neta en la introducción de microbios. Por ejemplo, ¿dónde has bajado el talón mientras extraes las otras piezas? Sí, uno puede dejarlo en la bolsa mientras pasa de largo, pero el resultado final sigue siendo el mismo.
Efectivamente, el talón tocado con frecuencia actúa como un acumulador y una estación de acceso para bacterias errantes que no querrían nada más que convertir su pan en un antiguo experimento de feria de ciencias. Eliminarlo de la ecuación.
Nota: Desde que adopté esta práctica mis panes se han mantenido sin moho (y comestibles) por hasta un mes o más.