En general, los venenos nos saben mal, pero el sabor no es una medida confiable de un veneno. Los champiñones son un ejemplo clásico de algo que nos sabe “bien”, pero algunos son venenosos y el sabor no nos advierte. Otro ejemplo de un veneno que sabe “bien” son alimentos contaminados con botulismo, no saben mal. El botulismo (causado por una toxina de la bacteria Clostridium botulinum) es un veneno tan potente que no tenemos la oportunidad de aprender que sabe mal, porque un sabor matará. Sin embargo, esta toxina no se esperaría sobre el suelo en el bosque.
Fuente: madski