Tabaco de pipa.
No olía más dulce que la pipa que mi abuelo solía fumar. Me encantaba el olor y apenas podía esperar para comenzar a fumar una pipa.
Lo hice cuando tenía 21 años y aprendí una verdad básica: fumar una pipa no es como oler el humo de la pipa de un abuelo. No importa cuán exótico sea el tabaco, las cosas me quemaron la boca, me dieron mal aliento y nunca me supo que olía. El día más feliz de mi vida fue cuando finalmente arrojé mi pipa favorita a un bosque y dejé de tratar de ser mi abuelo.
Pero aún extraño el olor que creó mi abuelo mientras fumaba su pipa.