Solía ser vegetariano hasta que lo pensé un poco y entendí la hipocresía inherente. Los huevos son una fuente increíblemente barata de proteínas de alta calidad que se producen y venden fácilmente en masa. Contribuyen a la salud de cientos de millones de personas y se han consumido durante miles de años incalculables. Si nos fijamos en la “energía gastada por gramo de proteína consumida”, encontrará que comer un huevo es más ecológico que obtener ese gramo de proteína de una fuente vegetal. Cuanto mayor sea el marco de referencia, más obvio se vuelve que mantener la salud a través del consumo de huevos es una mejor opción que tratar de obtener los mismos beneficios para la salud de las plantas. Por lo tanto, realmente no existe una posición ética o moral en el mundo real que apoye evitar la ingesta de huevos que puede pasar de forma generalizada cuando se extrapola a grandes poblaciones.
Miel, por otro lado, es diferente. Aparte de unas pocas enzimas y vestigios insignificantes de vitaminas y minerales, no tiene un valor nutricional positivo y tiene un gran inconveniente en el sentido de que conmociona el mecanismo de insulina del cuerpo para producir en exceso a fin de llevar el azúcar en la sangre a niveles de supervivencia. Haz esto lo suficiente y serás diabético. Los apicultores operan fábricas de miel, una comida que tiene un inconveniente mucho mayor que el alza. Además, cualquier criatura, cuando se mantiene en cautiverio en grandes cantidades, tiene un potencial de supervivencia disminuido. Las abejas son increíblemente importantes para el ecosistema y es mejor dejarlas en paz. Por lo tanto, existen buenas razones morales y éticas para no comprarlo.
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Nota adicional: toda la moralización sobre los “pollos pobres” pasa por alto una realidad única, mucho más importante. Los seres humanos y los factores que contribuyen a su salud son mucho más importantes que la “felicidad” de los pollos. Sí, sus condiciones de fábrica son malas y deberían mejorarse. Sí, son víctimas de una crueldad benigna. Sí, es encomiable trabajar para arreglar estas cosas. Pero, ¿qué vida es lo primero: un niño que merece buena comida cerebral como huevos o la comodidad de un pájaro? Responder preguntas como esta siempre debería favorecer a los humanos. Somos el futuro y nuestros niños merecen todas las ventajas que éticamente podemos brindarles. Las condiciones de las fábricas avícolas pueden y serán mejoradas. Pero decidir evitar los huevos hasta que lleguen esas condiciones es insensato y es un neto negativo.