Sí. O No. O ambos. O tampoco …
Como siempre: depende.
Tanto el vino como el caldo se utilizan para aportar riqueza a los platos y “redondear” su sabor. Si bien ambos hacen eso, lo hacen de maneras bastante diferentes.
Muchas recetas clásicas usan ambos, y a menudo con muy buen efecto.
Una sopa de cebolla francesa sin vino blanco y cariño (no entraré en el campo minado de ternera vs. carne vs. pollo) es básicamente impensable, por ejemplo.
Hay preparaciones que requieren uno, mientras que el otro sería perjudicial, pero en mi humilde opinión, son raras. Las preparaciones donde uno es crucial pero el otro puede ser reemplazado u omitido fácilmente, por otro lado, son más comunes.